Por: Carlos Hernández

Es un hecho vergonzoso que en pleno siglo XXI con todos los recursos humanos, tecnológicos y financieros que se tienen a disposición, así como con la comprensión que se tiene de los ciclos económicos, en el mundo hayan terribles situaciones de hambruna como las que convocan la escritura y denuncia de este artículo. La ONU ha hecho un llamamiento en el mes de marzo acerca del inminente riesgo que padecen 20 millones de personas en el mundo, que simplemente están a punto de perecer por falta de alimentos. El llamamiento que tuvo serios visos de súplica al mundo, para detener este crimen contra la humanidad, se produce como consecuencia de la activación de mecanismos de alerta en regiones del planeta donde se presentan situaciones de hambre extrema, en los cuales hay dos catalizadores que son el conflicto y el cambio climático. Dos factores que se han conjugado para desencadenar la que ha sido llamada como la mayor catástrofe humanitaria desde que la ONU fuera fundada en 1945, con los supuestos más altos propósitos humanistas, pero que por la esclavización del capitalismo, frente a las masas y pueblos despojados y empobrecidos, ahora subyuga hasta el extremo a pueblos enteros condenándolos a una muerte trágica, lenta y dolorosa.

Como en la mayoría de los fenómenos de la actualidad, con el impulso de la globalización, se ha caído en valoraciones aisladas y sesgadas que orientan la gestión y el accionar de los gobiernos, lo cual se presenta también en el escenario internacional, en este caso, desde la propia ONU, sus agencias humanitarias, los organismos internacionales y todo tipo de ONG´s que pese a sus intentos no logran arrancar de la miseria a naciones enteras. La situación actual de despojo y opresión al punto de promover la muerte por inanición de millones de personas, no puede ser visto sólo como un asunto humanitario o coyuntural, sino que debe ser tratado desde una perspectiva político-económica y social en la que haya un tratamiento integral que devuelva las naciones a las masas que son sus legítimas dueñas. Esto se ubica, desde luego en el trasfondo de un drama de millones, pero en el que subyacen poderosos intereses internacionales, intereses en recursos o el simple olvido y menosprecio de las élites globales por pueblos enteros, que hoy sufren este siniestro episodio que debe llamar a la reflexión de la humanidad.

En la actualidad se ha diseminado un esquema de globalización capitalista, excluyente y opresor, que genera polos de acumulación de riqueza en pocas manos, mientras enajena las riquezas de pueblos enteros y condena al utilitarismo productivo y de miseria, a las mayorías. Este escenario genera cada vez más riqueza pero genera cada vez más pobres, es decir que no hay un esquema de justicia social donde haya reconocimiento del pobre y redistribución del ingreso. Es una verdad económica que sin ser especialista en economía se conoce y halla su lógica en que debe promoverse una mayor equidad, libertad y acceso a los medios de producción. Este vergonzoso episodio hoy se refiere a naciones de la olvidada África y naciones de Asia que por la guerra enfrentan diferentes encrucijadas en donde el hambre y la muerte son las protagonistas. La ONU ubicó claramente el riesgo de hambruna y muertes masivas en los países que enfrentan escasez de alimentos pero que también tienen conflictos armados, que por demás, no permiten que llegue la ayuda humanitaria.

Las cifras son simplemente dramáticas y desmoralizantes: Está Somalia un país del este de África ubicado en el cuerno oriental que enfrenta una guerra civil, sin gobierno desde hace 25 años y contabiliza al día de hoy una sequía de dos años. En este país 3 millones de personas están en riesgo de hambruna y no hay alimentos ni agua, de los cuales los pocos que hay son robados por grupos armados. También está Sudán del Sur, donde 100.000 personas padecen la hambruna y un millón de personas está al borde de ella. En este país hay 7.5 millones de personas que necesitan asistencia inmediata antes que su salud se vea afectada de forma irreversible. Al otro lado del continente, está el noreste de Nigeria, donde como consecuencia de la confrontación del gobierno con el grupo terrorista Boko Haram, hay más de dos millones y medio de desplazados y 5 millones están en riesgo de hambruna. Y esta ingrata lista, la completa Yemen que padece una guerra civil, exteriorización de una confrontación regional entre Arabia Saudita que apoya al gobierno e Irán que apoya a los insurgentes Hutíes, donde 7 millones están en riesgo de padecer hambruna, no hay dinero para comprar alimentos y la inflación se encuentra disparada. Se da por descontado que 462.000 niños tendrán problemas de desarrollo.

Pero este es sólo el más nuevo y miserable capítulo de una situación que tiene origen en los mecanismos funestos del capitalismo internacional, porque aunque no se nombra hay más lugares que enfrentan aciagos panoramas. Así, hay una situación crítica en Burundi, Libia y Zimbabue en cuanto a alimentación. Y también persiste la inseguridad alimentaria en República Democrática del Congo, Niger, República Centroafricana y Malí. Es decir que se trata de un problema extendido, anunciado pero ignorado por los poderosos del mundo, lo cual se podrá entender en la posterior argumentación. Mientras tanto es necesario seguir refiriendo los hechos terribles que definen esta coyuntura tan triste. Según datos consultados en diversas fuentes, se declara hambruna cuando 20% de los hogares de una región enfrenta una carencia severa de alimentos; así como también se declara cuando más del 30% de la población está desnutrida; y cuando en un día mueren 2 de cada de 10.000 personas. Para terminar el triste recorrido, es necesario apuntar que, de la población en hambruna, 1.4 millones son niños, que enfrentan enfermedades y deficiencias en su desarrollo, lo cual es aún más trágico, si se tiene en cuenta que son seres aún más vulnerables que tendrán dificultades para su desempeño como adultos si sobreviven. No son más que terribles estándares de la desolación que recorre estos países, pero lo que no se dice es que se podría evitar o al menos mitigar sus desastrosos efectos con la participación de toda la comunidad internacional y la concientización del ciudadano en todas partes del mundo.

Según la ONU y los organismos de asistencia humanitaria, las razones por las que hay hambruna es que no hay los recursos. Según este organismo, se necesitan 5.600 millones de dólares inmediatamente para evitar la tragedia, de los cuales no se tiene ni el 10%. Y además no se sabe si el gobierno Trump aportará, ya que es el mayor donante. Las causas de la hambruna se ubican en dos hechos anteriormente señalados, el primero de ellos lo componen los conflictos armados que generan destrucción muerte, parálisis del sistema productivo, ruptura del tejido social y fractura del contrato social, ante lo cual se para la producción y se huye para preservar la vida, contexto que en la actualidad suma millones de personas en estado de completa vulnerabilidad, como se le llama en Colombia. La otra razón es el cambio climático, que profundiza las sequías y los desastres naturales generando hambre en una sociedad, pero esto también tiene matices que pueden examinarse desde la teoría económica.

Con el hambre viene la desnutrición crónica, la escasez de agua y la proliferación de enfermedades que terminan matando a la población, como ocurre en estos países. Ahora, hay que examinar la hambruna. El primer indicio de la hambruna es la inseguridad alimentaria, que como se puede recordar no sólo afecta a los principales países que se han nombrado, sino que se trata de situaciones extendidas a muchos países de África y algunos de Asia, por lo cual el drama es aún mayor.

Un factor agravante de la hambruna lo constituyen los conflictos porque se reduce la oferta de alimentos, suben los precios y son inaccesibles para los hogares, como ocurre en Yemen. Pero es aquí donde entra el enfoque dimensional contemporáneo con el cual no se ha tratado la problemática y es su examen de las corrientes, estructuras y funcionamientos económicos de esta situación. La inflación se combina con el clima para afectar la situación de provisión de alimentos y es algo que ha ocurrido en sitios como Yemen o Somalia. Pero todo el discurso humanitario queda desvirtuado porque está comprobado por estudios económicos que datan de más de un siglo, que la comida va donde está el capital para comprarla, no donde más se necesita y ese es un mecanismo perverso del capitalismo que se repite continuamente. Es decir que en África –y en un espectro extendido, en el mundo- se produce el alimento que podría colocar fin a la hambruna o inseguridad alimentaria pero no lo hace. Por qué? Porque esa producción es destinada para el intercambio internacional con EE.UU. y Europa, que es más rentable puesto que será mejor pagado y servirá como polo de acumulación de la riqueza.

Ahora, aparte está la especulación y los precios volátiles internacionales de los alimentos y recursos naturales de los que se nutre la economía de los países más pobres. Estos países, con conflictos y en vías de desarrollo, no poseen procesos de desarrollo endógenos, no cuentan con tecnología, ni infraestructura, ni con el capital humano para generar externalidades positivas en la sociedad que se reflejen en su nivel de bienestar, sino que dependen de los precios internacionales de estos productos que se dictaminan por el juego de la oferta y la demanda –que de por sí es una pérdida para estos países- pero que además obedecen a las orientaciones que grandes poseedores de capital le dan al mercado subiendo o bajando los precios afectando estas débiles economías. Los conocidos especuladores.

Estos mecanismos propios del capitalismo criminal son aún más indignantes si se tiene en cuenta que millones de toneladas de comida acaban en la basura, especialmente en Europa y EE.UU. Al año se desperdician 1.300 millones de toneladas de comida, una cifra infame e indignante. Es conocido en un informe de la FAO de hace unos años, la afirmación contundente que hizo acerca que no es que haya hambruna o inseguridad alimentaria porque no se produzca comida suficiente para alimentar al mundo, sino que no está bien distribuida, reforzando los estudios económicos antes mencionados. Esto es respaldado por cifras de la FAO que establecen que para 2050 habrá un suministro de 3.050 kilocalorías por persona/día, es decir que no debería haber desnutrición ni muertes por inanición.

Por otra parte, el contexto global influye en las situaciones de hambruna, porque se destina más recursos y personal a la atención de situaciones que son prioritarias para el statu quo como las guerras de Siria, Irak y Afganistán, que consumen valiosos recursos que podrían ir para los desposeídos más vulnerables del mundo que se ubican en África y Asia, en este caso. Ante esto, la respuesta de los organismos humanitarios internacionales es que no hay recursos para atender a toda esta población. Y claro, reunir esa cantidad de dinero y mediante una operación distribuir alimento, es una tarea titánica, pero si en lugar de enarbolar las banderas del capitalismo acaparador, subyugador y enajenador del ser humano, hubiera un enfoque más humanista, con seguridad se podría cambiar el destino de estas naciones.

Como se indicó anteriormente, la hambruna es una situación de ausencia de alimentos que debe ser gestionada con consideraciones humanistas, pero es necesario que se tenga en cuenta que se trata de un asunto económico en el que podría coadyuvar la tecnocracia. Desde la perspectiva de este autor, se trata de romper un ciclo económico, evitar el desempleo que genera iliquidez y ausencia de ahorro por lo cual no se pueden adquirir los alimentos y se cae en la inseguridad alimentaria, generando una situación de pobreza multidimensional. Por otra parte es cierto que las sequías, los conflictos, el desplazamiento forzado y los refugiados exacerban la escasez de alimentos y la ausencia de agua, tanto porque no están en sus regiones donde se puede producir, como porque son personas que no poseen los medios para producir y generar valor agregado que les puede servir para su sostenimiento. Si esta situación se vuelve estructural –como en los países presentados- el panorama es aún más desolador y dantesco si se calcula por millones, como está ocurriendo. Como distorsión socio-económica, la hambruna, debe ser vista como componente principal de la pobreza multidimensional, atacando éste mal desde diversos frentes para promover el autosostenimiento de los hogares vulnerables.

Un estudio del Banco Mundial estableció cinco medidas que deben usarse para evitar la inseguridad alimentaria, la hambruna y la pobreza, todas asociadas. Se estableció que debe haber una nutrición completa en la primera infancia, una educación de calidad para edificar un buen recurso humano, una cobertura total en salud que la garantice así como el disfrute de ella, una tributación progresiva para financiar los proyectos de gobierno en áreas de atención de la población necesitada y finalmente una infraestructura rural que facilite el la producción, distribución y comercialización eficiente y a menores precios de los alimentos. Desde luego todo esto brilla por su ausencia, sin embargo se sugiere fuertemente que se gestione éste desequilibrio desde una óptica humanista basada en la agencia de las comunidades y una económica desde una perspectiva de tecnocracia para generar unos efectos positivos y duraderos en las comunidades, que se reflejen en la creación de ciudadanías, la ampliación de la sociedad civil, la reconstrucción del tejido social y por qué no? Puede ser el inicio de un nuevo contrato social. Así se eliminarían las causas de la violencia y los conflictos.

Desde luego, para que el tratamiento de la problemática esté completo es necesario que antiguas reivindicaciones de las masas se lleven a cabo como una reforma agraria integral y fortalecimiento del sector agropecuario, para garantizar el acceso al agua y la tierra, que es fundamental para la supervivencia. En cualquier caso es necesario un enfoque holístico en donde se conceda una especial importancia a la tecnología, en dimensiones similares que los proyectos de micro-financiación o aumento de la frontera agrícola con un criterio humano sostenible. El desarrollo desde luego está asociado a la seguridad alimentaria y acceso a una dieta saludable que edifique individuos con buenas condiciones para ser funcionales en la sociedad.  Se trata de hacer que estos países sean económicamente viables, socialmente responsables y ecológicamente sostenibles, por eso la pelota está en la cancha de la comunidad internacional. Mientras se debaten estas cuestiones y se buscan los recursos, los millones que padecen la hambruna esperan en la sombra a que un milagro los salve del más agudo sufrimiento.

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